Dos hormigas descansan junto a un riachuelo esperando a que el dÃa transcurra. En eso, la más pÃcara de las dos se da cuenta que cruzando el riachuelo hay una gran canasta con dulces y tortas que una familia habÃa dejado allà por olvido y comienza a elucubrar cómo demonios llegar hasta allá cuando, justo en ese momento, pasa por ahà un sapo. Sin vacilar, la pÃcara hormiga se dirige al batracio:
Sapo, ¿nos podrÃas cruzar al otro lado del riachuelo para asà llegar a esa canasta de allá? Si nos ayudas te daremos un pastel a cambio.
El sapillo accede y las hormigas se suben a su espalda, pero habÃa un problema que las hormigas no habÃan considerado: el sapo estaba muy, pero muy hediondo, tanto que los insectos comenzaron con arcadas y terminaron vomitando. Ya en la otra orilla, después de pagarle al sapo lo prometido, la pÃcara hormiga le sugiere a su amiga:
No nos subiremos nuevamente a la espalda de ese sapo porque está insufrible. Mira, con estas tres pajitas que están en el suelo construimos una barca y nos llevamos las cosas hasta el hormiguero donde, seguro, seremos proclamadas héroes.
La compañera accede y juntas construyen su barca; pero como colocaron tantas cosas en la barquita, a mitad del camino ésta se les hundió y las hormigas murieron ahogadas.
Moraleja:
Más vale un sapo hediondo que tres pajas mal hechas.