Manolo y Paco se hacen narcotraficantes. En el primer intento de pasar mercadería al país vecino, son descubiertos por la guardia fronteriza. A Manolo lo hieren de un balazo en una pierna y lo detienen. Paco, con mejor suerte, logra huir. Un mes después Paco va a visitar a Manolo, quien le dice:

Paco, hazme un favor. La herida en la pierna se me ha infectado y aquí en la cárcel me la van a cortar. Quiero que recojas esa pierna y la lleves a enterrar a nuestro pueblo.

Por supuesto.

A la semana siguiente, Paco retira la pierna extirpada, la lleva a su terruño y procede muy compungido a su entierro. Vuelve al país vecino a visitar a Manolo y éste le dice:

Paco, el maldito virus de la herida se ha extendido. Es menester que me corten la otra pierna. ¿No harías lo mismo que hiciste con la anterior?

Casi llorando, Paco acepta. A los pocos idas va a la enfermería, le entregan la pierna de Manolo y cumple la misma ceremonia de enterrarla en su terruño. Un mes después va a visitar a Manolo a la cárcel y escucha esto:

Mira Paco, esta endemoniada infección no quiere detenerse. Se me ha extendido al brazo derecho y me lo van a cortar; yo te pido que…

Paco lo interrumpe muy sonriente y acercándosele para hablarle en secreto le dice: ¡Qué hábil que eres Manolo… ¡Ya me he dado cuenta, ¡¿te estás fugando de a poco, eh?!