Pepe Sierra, un gaucho del norte argentino, se encontraba en su casa descansando después de un arduo dÃa de trabajo, sentado en su sillón favorito y mirando un divertido programa de televisión.
De pronto, Pepe Sierra se encuentra en un lugar desconocido, lleno de luz y bruma, y ante una puerta de gigantes proporciones; no le queda otra opción que golpearla, y al hacerlo, un señor de blanca barba le pregunta:
¿SÃ, hijo? ¿Qué deseas?
Soy Pepe Sierra, estaba descansando en mi casa y de pronto aparezco aquÃ: no tengo idea de lo que pasa.
El misterioso señor le explica que él era San Pedro, que habÃa tenido la mejor de las muertes y que se encontraba ante las puertas del cielo.
San Pedro le pregunta su nombre. Al revisar el gran libro de admisiones, le explica que no está registrado para ingresar al cielo y que deberÃa estar en el purgatorio.
¿Yo, Pepe Sierra en el purgatorio? Si siempre fui un buen padre, un buen marido, un buen hijo, ¿cómo puede ser posible?
Bueno, hijo, puede haber algún error, tú sabes, sólo el jefe es perfecto. ¿Por qué no vas y averiguas?
Pepe Sierra, se encuentra nuevamente en un lugar extraño, ante otra puerta gigante y amarillenta; al golpearla, un extraño señor la da la bienvenida al purgatorio al preguntar:
¿SÃ, hijo? ¿Qué deseas?
Soy Pepe Sierra, estaba descansando en mi casa y de pronto aparecà en el cielo. Ahà me dijeron que no estaba registrado y me mandaron aquÃ, al purgatorio.
Tras revisar su nombre en el gran libro de admisiones, le informa que no está registrado para ingresar al purgatorio y que debe irse al infierno.
¿Yo, Pepe Sierra en el infierno? Si siempre fui un buen padre, un buen marido, un buen hijo, ¿cómo puede ser posible?
Bueno, hijo, puede haber algún error, tú sabes, sólo el jefe es perfecto. ¿Por qué no vas y averiguas?
La entrada al infierno resultó ser un lugar bastante cálido. La decoración de color rojiza, con música ambiental y toda la cosa.
El diablo, al presentarse, le pregunta el objeto de su visita:
Soy Pepe Sierra, estaba descansando en mi casa y de pronto aparecà en el cielo. Ahà me dijeron que no estaba registrado y me mandaron al purgatorio, donde tampoco estaba registrado, y aquà estoy.
Bien, hijo, ¿cómo dijiste que te llamas? A ver, sÃ, efectivamente, aquà estas registrado. bueno, pasa.
¿Yo, Pepe Sierra en el infierno? Si siempre fui un buen padre, un buen marido, un buen hijo… ya pues, don diablo, una manita.
Mira, hijo, a veces hay errores, y como no tengo antecedentes en contra tuya, voy a darte una oportunidad más: te voy a reencarnar.
Al revisar un pergamino, comunica a Pepe Sierra que únicamente quedan dos opciones para su reencarnación: sapo o gallina.
Mmm, en sapo, todo el dÃa mojado, en el barro, comiendo moscas. No, eso no es para mÃ. A ver, en gallina, todo en dÃa echado, descansando, comiendo maÃz, un montón de ñatas alrededor… sÃ, quiero ser gallina.
Sin objetar, y antes de que Pepe Sierra terminare de pensar (buen tipo este don diablo), se encontró en un gallinero.
No pasaron ni dos minutos, cuando un gran gallo se aproximó a Pepe Sierra para darle la bienvenida y explicarle sus obligaciones:
Mira, Pepe Sierra, este es tu corral, no tienes otra obligación que poner 10 huevos cada 24 horas, si no los pones: huuuu, haaaa, toma, toma, huuu (con gestos y todo), y eso dueeeele.
¿Yo, Pepe Sierra, huuuu, haaaa, toma, toma, huuu, contigo? ¡Estás loco, si yo soy todo un machote, 10 huevos no son nada para Pepe Sierra!
Al dÃa siguiente, cuando habÃan transcurrido 10 horas, Pepe Sierra despierta temprano y se da cuenta que ya habÃa puesto un huevo, y sin realizar esfuerzo alguno, lo que le lleva a despreocuparse al extremo.
A las doce en punto, con dos huevos ya en su haber, ve que el gallo se le acerca, lo levanta con una sola ala y revisa su logro:
Bueno, Pepe Sierra, te quedan 10 horas; has puesto 3 huevos, te faltan 7 más, no los pones: huuuu, haaaa, toma, toma, huuu (con gestos y todo), y eso dueeeele.
¿Yo, Pepe Sierra, huuuu, haaaa, toma, toma, huuu, contigo? ¡Estás loco, si yo soy todo un machote, 7 huevos no son nada para Pepe Sierra!
Pasaron 7 horas más, y Pepe Sierra, después de haber dormido una siesta, se da cuenta que tan sólo habÃa puesto 3 huevos más. Le pone empeño y mucho esfuerzo y después de una hora más, logro poner otro huevo. Le faltaban 3 y estaba exhausto.
Cuando habÃan pasado 23 horas, el gallo se acerca a Pepe Sierra lo levanta y verifica que nada más habÃa puesto 8 huevos, y le advierte:
Bueno, Pepe Sierra, te queda 1 hora; has puesto 8 huevos, te faltan 2 más, no los pones: huuuu, haaaa, toma, toma, huuu (con gestos y todo), y eso dueeeele.
¿Yo, Pepe Sierra, huuuu, haaaa, toma, toma, huuu, contigo? ¡Estás loco, si yo soy todo un machote, 2 huevos no son nada para Pepe Sierra!
Faltando 5 minutos para que se cumplieran las 24 horas, nos encontramos con un Pepe Sierra hecho pelotas, sudando y pujando. En eso ve una enorme sombra aproximándose por debajo de la puerta. Pepe Sierra comienza a pujar con toda su alma y, como el mayor placer de su vida, siente como algo brota de entre sus entrañas: ¡sÃ, puso el noveno huevo!
¡Pam!, ve al gallo abrir la puerta vestido de cuero negro, con un látigo en el ala derecha. Sadomasoquista el gallo.
Mientras el gallo se acerca, Pepe Sierra, hace el mayor esfuerzo de su vida: puja, puja, puja. Repentinamente, siente que algo brota, algo está saliendo, le pone más empeño, sÃ, sÃ, está saliendo, lo siente calientito, siente que está brotando, más fuerza, más fuerza, sÃ, sÃÃÃÃ, ¡sÃÃÃÃ! Y en ese increÃble instante, una voz retumba en su cabeza y un empujón lo saca de su éxtasis:
¡Pepe, Pepe, despierta, te estás cagando!