Un tipo acude a un consultorio médico para hacerse el examen de la próstata. El galeno le explica:

Señor, de acuerdo a la comunicación oficial que el Colegio de Médicos me ha hecho llegar esta misma mañana, es mi obligación comenzar a practicar los exámenes de próstata de acuerdo al más reciente método aprobado por la Organización Panamericana de la Salud, el cual consiste en la introducción de mi pene para los efectos del chequeo respectivo; esto porque se descubrió que con la introducción del dedo se producen pequeñas pero significativas lesiones en el recto del paciente derivado del roce de las uñas.

El paciente, evidentemente sorprendido, replica con vehemencia:

Doctor, ¿cómo puede usted decirme tal cosa? ¿Por quién me está tomando? ¿Cree que soy imbécil o qué?

No, señor. Perdóneme, pero yo estoy obligado, por el juramento que hice, a practicar mi profesión de acuerdo a las normativas establecidas. Por eso ahora debo practicarle el examen de próstata con introducción de mi pene, porque esa es la orden expresa del Colegio de Médicos… Si lo desea márchese, o bien quédese para que yo haga mi trabajo por el bien de su salud.

El afectado, viendo que en realidad con ir donde otro médico no se salvaría del flamante método, al ser éste una norma gremial, accedió a practicarse el chequeo de esta forma. Y bien, ya estaba el médico en lo suyo cuando dice el paciente:

El afectado, pensando que de nada serviría acudir con otro médico porque tal vez no se salvaría del flamante método, al ser éste una norma gremial, accede a practicarse el chequeo de esa forma. Cuando ya el facultativo está en lo suyo, el paciente tímidamente le solicita:

Doctor, ¿me puede hacer un favorcito?

Sí, señor, con mucho gusto.

Sea tan amable de cerrar la puerta, que la gente va a creer que me está culeando…