En un matrimonio, el hombre
En un matrimonio, el hombre se quejaba ante su mujer de cómo Dios deberÃa ser más equitativo en los roles adjudicados a la pareja.
¡Dios mÃo, ten compasión de mÃ, mira cómo trabajo tanto, en cambio mi mujer tan tranquila en la casa! Yo darÃa cualquier cosa para que hicieras un milagro y convirtieras a mi mujer en mà y yo en mi mujer, para que ella aprenda como es la vida de un hombre.
El Creador, en su infinita misericordia, le concedió el milagro. El primer dÃa en la mañana corre a levantar los muchachos para que se alisten, a la vez que en la cocina estaba preparando el desayuno para todos, con el que preparó las loncheras, no sin antes haber colocado una ropa en la lavadora y sacar de la nevera lo del almuerzo. Por un lado, terminó esta tarea y se subió en el carro a llevarlos al colegio; de regreso pasó a surtir de gasolina al carro e ir al banco a cambiarle un cheque al marido.
Al salir de allá pudo notar que las horas habÃan transcurrido a velocidad luz, por lo que corrió velozmente de nuevo a recoger los hijos al colegio; con la misma llegó a la casa para preparar el almuerzo, apurada, para cuando llegaran todos no encontraran retraso en el mismo. Después de éste, tuvo que lavar los platos y tender la ropa antes de ir a pagar la luz, el agua y el teléfono donde habÃa unas enormes colas a morir, lo que le hizo regresar a las 6:30. Quiso relajarse un poco viendo TV, pero habÃa que preparar la cena y planchar una ropita que estaba pendiente y ayudar a los muchachos con la tarea de la escuela.
Por fin, llegó la hora del descanso y a dormir, cosa que no pudo lograr tan rápidamente por que allà estaba el marido esperándola para que cumpliera también con sus deberes de mujer en la cama. Al dÃa siguiente volvió a clamar a Dios:
¡Señor mÃo, realmente esto es agotador, te ruego me devuelvas a mi condición normal, por favor!
Amorosamente se escucha una voz celestial:
Claro que sÃ, hijo mÃo, pero tendrás que esperar nueve meses porque anoche quedaste embarazado.
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