Se casan Manolo y la Pilarica. Ella está nerviosa por su boda porque no es virgen, así que acude con su madre y le explica la situación:

“Ya no soy virgen y Manolo es muy machista, si se da cuenta me mata”.

“No te preocupes, lo que tienes que hacer es comprar un cuete; le sacas la pólvora y te la pones en el asunto, se atorará tanto que él pensará que eres virgen”.

Llega la boda, la fiesta, y por fin se van de luna de miel. Ya en el hotel, empiezan a entrar en calor y dice la Pilarica:

“Espera, Manolo, voy al tocador a prepararme para ser completamente tuya”.

“Está bien, amor, no tardes”.

En el baño, la Pilarica saca un cuete enorme y se dice a si misma:

“Uno grande para evitar riesgos, no sea que por usar uno pequeño no rellene todo el hueco”.

Ya en la cama, a oscuras, se empiezan a acariciar, se besan, y cuando Manolo quiere hacer el amor, se encuentra con que no puede entrar dentro de su mujer. Se pone salivita y, aún así, no puede.

“¿Pero, qué es lo que pasa, no puedo…?”

“Ay, mi amor, lo que pasa es que soy virgen”.

“Sí, mi amor, pero es demasiado…”

Enciende un fósforo y lo acerca a la parte íntima de su mujer para averiguar cuál es el problema; de pronto se oye una explosión y Manolo asustado pregunta:

“¿Qué fue eso?”

“¡Ay, mi amor, es mi virginidad que voló a los cielos!”

“¡Deténla, Pilarica, que la muy desgraciada se ha llevado mis huevos!”