07
Jun

Todas las maanas, una inocente

Todas las mañanas, una inocente y agraciada religiosa recogía setas cultivadas en el huerto del convento. Cierto día, un tío decidió jugarle una buena broma a la monja.

Temprano al día siguiente y conociendo la rutina de la hermana, se apresuró en desvestirse y enterrarse de espalda en el huerto, dejando, eso si, su pene fuera de la tierra y en apariencia semejante a las callampas que allí crecían. Lamentablemente, ese día nuestra protagonista se encontraba enferma, por lo que fue reemplazada por la más fornida y corpulenta de las religiosas, quien comenzó la cosecha diciendo:

¡Una callampa, otra callampa, otra callampa!

Al llegar a la diferente dice:

¡Una calla…!

¡Una callam… uf!

¡Una callampa y dos papas!

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