Una dama de sociedad visita a su párroco un dÃa y le comenta:
Padre, estoy muy preocupada, resulta que tengo dos cotorras hembras que sólo dicen: somos prostitutas ¿quieren divertirse?
El sacerdote extrañado del caso, le dice:
Eso es muy obsceno, pero creo que tengo la solución hija mÃa. Yo tengo aquà en la parroquia dos loros machos, a los cuales les he enseñado a rezar y a leer la Biblia. Ellos están muy educados y hablan sólo de Dios, y creo que si traes a tus cotorras y las juntamos con mis loros, ellas se salvarán y te las llevarás a tu casa educadas y refinadas. Mis loros podrán enseñarle a tus cotorras como leer la Biblia y como rezar en las tardes.
La señora sale ilusionada con la idea y a la media hora regresa con las dos cotorras a la iglesia.
El sacerdote la hace pasar y la lleva hasta la jaula donde se encuentran los dos loros que, en efecto, están rezando muy bajito. Impresionada, la señora le da las dos cotorras al cura, y éste las mete en la jaula de los loros.
En cuanto las sueltan dentro de la jaula, las cotorras dicen:
Hola, somos prostitutas, ¿quieren divertirse?
Se hace un silencio abismal. Finalmente, un loro mira a cada lado y le dice al otro:
José, quÃtate el hábito, nuestras plegarias al fin han sido escuchadas.