Un niño estaba jugando en el parque con su perrito cuando, de repente, se escucha una gran explosión en dirección a su casa. De inmediato se fue detrás de los curiosos para ver en dónde había ocurrido el siniestro.

Cuando llegó, el menor pudo confirmar lo anterior: su casa era la que había explotado y, lo peor, su familia estaba adentro.

Abriéndose paso entre los curiosos, el infante pudo entrar a la casa (o lo que quedaba de ella). El cuadro no podía ser más estremecedor: su familia estaba totalmente calcinada. En un instante se había quedado sin nadie.

Estupefacta y en estado de choque, la criatura sale de la casa y en ese momento los curiosos hacen un círculo alrededor de él; se hace un silencio sepulcral, y de pronto todos a coro empiezan a gritar:

¡Quiere llorar, quiere llorar…!