Un violador acechaba a su posible vÃctima en un callejón oscuro. En eso va pasando una monja, y el abusador le lanza:
Ahora si, madre, sus dÃas de virginidad han llegado a su fin.
¡Hijo mÃo, no, por Dios! ¿Qué me quieres decir con eso?
Que la voy a violar.
El malandrÃn se va contra ella y la empieza a manosear.
¡Hijo mÃo, por favor, no hagas eso!
Cállese, que va a empezar lo bueno.
Está bien, hijo, pero hagámoslo con calma, relájate, que todo saldrá bien. Mira, bájate los pantalones, no es necesario que te los quites por completo, asà lo puedes hacer, y yo me levanto mis enaguas para que lo podamos hacer mejor.
Muy orondo, el violador hizo lo que la religiosa le pidió y, excitado le pregunta:
¿Y ahora qué, madre?
Pues a ver quien corre más rápido, estúpido, si un idiota con los pantalones en los tobillos, o una monjita con las enaguas recogidas.